Los hermanos Lars y Ernie Smuntz no están muy contentos con el viejo caserón que acaban de hereder, hasta que descubren que la ruinosa propiedad vale realmente millones, por lo que deciden subastarla para que la adquiera algún rico coleccionista. El único problema que se les plantea a Lars y a Ernie pra poder venderla es que antes han de echar a un testaturo inquilino: Un diminuto ratoncito que ha convertido las paredes de la mansión en su verdadero hogar.
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