Yo acuso: El arte, el artista y los demonios de la noche

“Creo que el arte es una cosa que no debería mezclarse con quién es ese artista en su vida personal”, ha dicho Ridley Scott. Este es el eterno dilema. Si no lo separamos, ¿qué hacemos con Charles Chaplin y su predilección por las adolescentes? ¿Y con Alfred Hitchcock y su acoso continuado a Tippi Hedren? ¿Y con los absueltos Kevin Spacey y Woody Allen o el condenado Roman Polanski? El primero de ellos fue apartado del rodaje de Todo el dinero del mundo (2017) y sustituido sin contemplaciones por Christopher Plummer. La película era de Ridley Scott, que no separó en esa ocasión el arte del artista ni tuvo en cuenta la presunción de inocencia. Pero el ejemplo más claro es el de Polanski. 

Cuando presentó en el Festival de Venecia la extraordinaria J’accuse (El oficial y el espía) (2019), el cineasta se convirtió nuevamente en el objetivo de una brutal campaña. La ministra de Igualdad de Francia, Marlene Schiappa, aseguró que no pensaba ver la película. Tampoco lo haría la portavoz del presidente Emmanuel Macron, Sibeth Ndiaye. El ministro de Cultura, Franck Riester, entró de lleno en el corazón de la polémica. “Una obra, por grande que sea, no excusa los posibles errores de su autor. El talento no es un atenuante; la genialidad, no es garantía de impunidad”, dijo. El primer ministro Edouard Philippe confesó que sí tenía intención de ir a ver la película y, además, con sus hijos, ya que “habla de un suceso clave en la historia de Francia”. 

Ese hecho histórico empezó en 1894 cuando el capitán Alfred Dreyfus fue injustamente acusado de ser un espía. Justicia e injusticia. De eso sabe mucho el cineasta. En una entrevista con el novelista Pascal Bruckner, Polanski sugirió que él podía relacionarse fácilmente con el caso Dreyfus a través de sus experiencias personales como víctima de un sistema de justicia defectuoso: «La mayoría de las personas que me acosan no me conocen y no saben nada del caso. (…) Debo admitir que estoy familiarizado con muchos de los mecanismos del aparato de persecución que se muestran en la película, y eso claramente me ha inspirado». Estos comentarios fueron criticados en los medios, pero las cosas empeoraron durante el estreno en Francia, cuando la actriz Valentine Monnier acusó públicamente al director de golpearla y violarla en 1975. Esto, combinado con una nueva ola de #MeToo. en el cine francés, hundió la promoción planeada, con Jean Dujardin teniendo que cancelar una entrevista en horario de máxima audiencia y Louis Garrel apareciendo en un programa de entrevistas que nunca se emitió. Polanski negó las nuevas acusaciones.

Cuando la película fue nominada a 12 Cesar en enero de 2020, varias mujeres dijeron que la academia de cine francesa estaba premiando a «un abusador y violador en fuga». Finalmente, Polanski y otros miembros del equipo no asistieron a la 45ª ceremonia de los premios. Ganó tres, vestuario, guion adaptado y director. No había nadie allí para recoger el galardón en nombre de Polanski, -ni siquiera Harrison Ford, el encargado de entregarle en Deauville el Oscar por El Pianista (2002) cinco meses después de la ceremonia y que el director no pudo recoger en persona porque no puede pisar suelo norteamericano, si lo hace le detienen-. En los Cesar varias personas del público se largaron de la gala.

Peor fue en la 76º edición del Festival de Cine de Venecia. Polanski presentó allí J’accuse (El oficial y el espía), en la que era su primera aparición en un evento cinematográfico importante desde que fue expulsado de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas en mayo de 2018. La presidenta del jurado, la directora argentina Lucrecia Martel, declaró: «Yo no separo al hombre de su arte. Creo que en el hombre emergen aspectos importantes de la obra. […] Un hombre que comete un crimen de esa envergadura que luego es condenado, y la víctima se da por satisfecha con la compensación es difícil de juzgar para mí… Es complicado concretar cuál es el enfoque correcto que tenemos que tomar con las personas que han cometido ciertos actos y han sido juzgados por ellos, creo que estas cuestiones son parte del debate en nuestro tiempo». Martel pensaba lo contrario que Ridley Scott y no asistió a una cena de gala en honor a la película. Los productores, con razón, pues la presidenta del jurado ya estaba posicionada en contra de la obra, amenazaron con retirarla de la programación del festival. Martel luego aclaró sus comentarios, afirmando: «creo que mis palabras fueron malinterpretadas. No me opongo a la presencia de la película en competición. No tengo ningún prejuicio hacia ella y por supuesto que la veré como cualquier otra. Si tuviera algún prejuicio, habría renunciado a mi deber como presidenta del jurado». Alberto Barbera, el director del festival, había defendido previamente que la película estuviera, afirmando: «Estamos aquí para ver obras de arte, no para juzgar a las personas que están detrás. Espero que discutamos sólo sobre la calidad de la película y no sobre Polanski y su caso con la justicia de Los Ángeles».

La moraleja de todo esto es que Alfred Hitchcock ahora estaría cancelado y mucha gente abandonaría cualquier Festival que decidiera proyectar Los Pájaros.

Finalmente, J’accuse (El oficial y el espía) ganó en Venecia el Gran Premio del Jurado.

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